jueves, 25 de abril de 2013

Juego de Manos


El abordó el camión y ella ya estaba allí. No se dirigieron la palabra, él se sentó atrás de ella. Ella posaba su mirada en la ventana para percibir en el reflejo el rostro de él.

Él divagaba en su mundo imaginario, cambiando la dirección de la órbita planetaria o componiendo canciones en su cabeza.
Cuando ella alzó su brazo y el reflejo de su reloj le dio en los ojos, él le miró  la nunca y pensó “que cabello tan hermoso, es negro igual que la soledad”.

Se quitó los audífonos para entablar una conversación con ella y en ese momento le escuchó tararear, Dios mío que sonido más placentero “que voz ha de tener” pensó, naturalmente que ante semejante sonido quedó completamente intimidado y así murió la idea de entablar una conversación con ella, sin embargo el deseo de escucharla hablar aún radicaba en su pecho “¿cómo la podré hacer hablar?” se preguntó.

Entraron más personas y eso motivó que hubiera cambios en el acomodo de pasajeros y no sé si lo que presencié fue el destino o mera casualidad… No la casualidad no existe, definitivamente fue el destino lo que ocasionó que él se sentara a su lado.

De una manera tímida y sigilosa ambos se pusieron los audífonos y no se voltearon a ver ni mucho menos se hablaron.

Hasta que acercándose a su destino, se armó de valor y tomó su mano, la sujeto con una sutileza inmensa para no maltratar tan delicada flor pero a la vez con una fuerza imbatible para que nunca se fuera.

Ella lo consintió y con una ternura casi maternal comenzó a acariciar su mano con su dedo pulgar que había quedado libre de esa pequeña prisión de amor. Irónicamente lo que contenía esa “pequeña prisión” pudo haber sido la historia de amor más hermosa del mundo y se las estaría contando si él no hubiera volado a España y ella a los Ángeles.

No se separaron sin antes disfrutar de esa unión de tacto soltando sus manos y sujetándolas, poniendo una encima de la otra, cambiando la forma de sujetarse, abriéndola y cerrándola como  si su mano quisiera morder la de ella o como si le intentara besar con su mano.

Llegaron a su destino, al aeropuerto internacional de Dulles donde él y ella se bajaron, con la mano derecha él llevaba su maleta y con la izquierda la mano de ella y ella de manera inversa.

Él cruzó la terminal B, ella la terminal C y antes de ser separados por los túneles de cada terminal la mano de ella hizo una última caricia de despedida, que se sintió como el beso de buenas noches después de dejarla en su casa o  como el tomar tus zapatos al salir de su cama para irte sin despertarla. Y él con su mano un poco sudada, la soltó.

No se voltearon a ver, tampoco se dijeron adiós.


Azuré

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