miércoles, 12 de diciembre de 2012

Balance Emocional


El lienzo se seguía poniendo azul, sin importar el color que habitara en la punta del pincel. Sus lagrimas se integraban de un elemento distinto al agua ya que eran coloridas y variaba según la causa de su llanto. La princesa a lo lejos le observaba jurando que nunca lo había traicionado y que aún podían intentar gobernar juntos el reino que constantemente los veía fracasar.

No era invierno, sin embargo su corazón estaba helado, había perdido gran parte de la pasión que lo caracterizaba y a la vez que lo ayudaba a alzar el vuelo y merodear por las nubes. Era primavera y ni eso logró evitar que las flores revirtieran su proceso, comenzando marchitas sin haber tenido la oportunidad de florecer. No había monstruos, no había fantasmas, ni dragones de muchas cabezas que derrotar, solo estaba él y la enfermiza necesidad de seguir demostrándose por qué  valía tanto a pesar de que no era percibido así por quienes él quería que fuera percibido.

La chica de la sonrisa roja, una conocida dama por mantener un estado altivo y abusar del labial rojo, le visitaba constantemente en sus horas de melancolía es decir a toda hora en cualquier día, incluso cuando lo visitaba en sus sueños derivado de la conexión  mágica que los unía, sus sueños eran melancólicos. En realidad es algo bastante cómico, pero no lo puede percibir así porque está muy ocupado lamentándose.

Todos necesitaban algo en que creer, él eligió a las sirenas, pues siempre le pareció deprimente  el comportamiento de los seres humanos, tan poco original, tan ciclado, alienado y dependiente, ya sea a tendencias u opiniones, a ejemplos o canciones y casi nunca a sueños y pasiones. En su mayoría carentes de ambición por trascender, por lo cual optó por creer en las sirenas, pues suponiendo sin conceder que fueran como las que andan por tierra, al menos ellas tienen la habilidad de crear ilusiones con su canto hipnótico, creo que así es el enamoramiento. Un hipnotismo por tiempo indeterminado y una vez que entras en transe, en cualquier momento regresas a ese mundo irreal.

Nunca le ofreció las estrellas a ninguna mujer, siempre creyó que bastante lindas se veían allá arriba como para tener que bajarlas a la tortuosa sociedad que radica en este mundo tan maravilloso, un mundo que no merecemos en realidad. Él prefería ser quien fuera a visitar a tan enigmáticos cuerpos celestes, nunca fue un gran fanático de tener los pies en la tierra.

La princesa poco a poco lo fue convenciendo, y él poco a poco fue bajando la guardia y creyendo. Al final quien tiene en sus manos su felicidad o miseria es él, siempre le pareció absurdo el canalizar las emociones con el cerebro, aunque siempre lleve a la mejor decisión, un balance emocional apropiado, siempre fue creyente y partidario de cometer los errores para aprender de ellos, uno no aprende igual de los libros o de historias de terceros, a veces hay que vivir a carne de cañón.

Sin embargo siempre respaldó la teoría que todo lo que la mente quisiera, tendría que ser respaldado por el corazón, así dejar que la pasión enerve tus decisiones y que con firmeza, al tomar una decisión, no dejes oportunidad de retractarte.


Azuré