domingo, 29 de septiembre de 2013

La parte alta de mi cama

Tomamos la decisión, te mudaste a vivir conmigo, era grandioso toparte en el pasillo por las mañanas cuando salías recién levantada del cuarto y ya estaba yo esperándote en la mesa, sin embargo nuestro encuentro era en el camino porque me impacientaba de que aún no te hubieses levantado, así iría yo todos los días al cuarto a provocar un ruido sutil, casi imperceptible, que fuese difícil de creer que yo lo ocasionaba, pero no era necesario, cuando me encaminaba a llevar a cabo mi plan, parecía que sentías mi ausencia o te despertaba tu hambre de mi, te encontraba en el pasillo con tu cabello todo alborotado.

Ver la noche inmensa y estrellada cada viernes, en ocasiones nos quedábamos dormidos allí, algo que lamentábamos rotundamente cuando al día siguiente el sol llevaba dos o tres horas de haberse levantado y nosotros lo tomábamos inconscientemente, la piel seca y quemada que cayó de nuestros cuerpos asoleados, era señal de que éramos unos ridículos, quizá, o abusábamos de cursis, o de flojos, creo que un poco más la segunda y la primera, pero a su vez algo había de la tercera.

Ni que decir de nuestro sistema de limpieza, constaba básicamente en no dejar la suciedad a la vista, lo cual no implicaba necesariamente que las cosas estuviesen en orden, pero qué le vamos a hacer, a ese tapete aún le caben unas cuantas cosas más por debajo, aún se puede ver de un lado a otro por debajo del sillón, hay dos armarios que permanecen desocupados, que más da eventualmente tendremos que averiguar como usar la aspiradora y la secadora, cómo trapear o qué detergente comprar, aunque siempre está la alternativa de contratar a alguien que lo haga por nosotros, pero somos demasiado cliché para caer en esos extremos.

Entre tantas costumbres e innovaciones que has provocado, hay una por encima de todas, y es en la noche y no necesariamente en la intimidad, sino en el after, en lo que le sigue. A ti te gusta dormir con un poco de espacio, con las piernas abiertas y tus brazos extendidos, casi como en forma de estrella y a mi simplemente me gusta sentir tu piel cuando duermo, saberte a mi lado, no tengo una manera en lo particular, pero sentirla, sea tu cabeza en mi pecho, o tu torso por debajo de mi brazo, solo que no sea tu cabello en mi rostro, que luego se cae uno que otro y quitármelo de las pestañas es un conflicto grande.

Entonces para evitar ese distanciamiento que deja un cierto frío en mi colchón, recorté ligeramente las patas de mi lado de la cama, para que tu lado quedara sustancialmente más elevado, así poco a poco mientras estuvieses dormida, rodarías hacía mi, sin darte cuenta. Yo duermo del lado bajo de la cama, naturalmente me puedo adherir muy bien al colchón sin la preocupación de caer, pero tú que de por sí tiendes a moverte mientras duermes, eres materia fácil para que la gravedad te acomode a mi lado.


Ahora tengo que implementar un nuevo sistema para inmovilizar tus brazos, que yo no sé si piensas que boxeas cuando duermes o recuerdas los corajes que te hice pasar en el día y los desquitas simulando dormir, creo que has simulado que duermes, y creo que has rodado a propósito en ocasiones, pues anoche juraría que después de que rodaste a mi lado, giraste para quedar rostro a rostro, me besaste y me dijiste "buenas noches".


Azuré

martes, 24 de septiembre de 2013

Mujer Aérea

Descubrí la insuficiencia de las palabras en tu ser, en una exploración del momento en la cual te vi y te escuché. Quizá el detonante o mejor dicho, lo que me hizo comprender que no encontraría manera verbal de expresarme, fue  el choque de nuestras miradas, tú con tus ojos profundos y fulminantes congelando la escena y todo lo que sucedía a nuestro alrededor, silenciando al mundo para que solo se escuchara tu voz, tu risa y la percusión estruendosa que salía de mi pecho. Yo con mi ingenuidad y escepticismo que fueron anulados, cuando me maravillé al ver cómo levitábamos, nos volvimos ligeros, como un par de plumas balanceándose en el viento, lejos de caer, entorpeciendo el tiempo para que avanzara lenta y detenidamente, riendo en cada brisa, mirándonos, más aún, enamorándome de ti.

Fue como si estuviéramos en una dimensión distinta. Compartíamos un mismo espacio con el resto de la gente, sin embargo estábamos en una cápsula que separaba nuestro tiempo y nuestro espacio, donde tú marcabas las pautas y el ritmo del movimiento, especialmente de mis labios que permanecían entreabiertos del asombro de todo lo que pasaba por mi cabeza en ese momento, y que se abrían un poco más, al ver como cada vez nos alejábamos más y más del suelo, elevándonos ilimitadamente.

Y esa taquicardia, permaneció en mi pecho incluso en la mañana siguiente, cuando desperté, sentía que el corazón se me salía del cuerpo, había escuchado del vuelo, lo había visto en películas o lo había leído en libros, sin embargo no lo creía algo real, estaba convencido de que este poeta estaba destinado a la miseria emocional, condenado a la inestabilidad, incapaz de volar, a pesar de que le daba alas al resto de las personas, regalándoles sonrisas o versos. Pero a mi nadie me las daba y no las necesité, bastó con el misterio de tu alma para que comenzáramos a levitar.

Incluso en los breves instantes en que reinó el silencio, me gritabas con tus ojos, los pude leer a la perfección, solo quería besarte, hacernos inmortales con la intensidad de nuestros labios, saciar la sed de mi alma, no podía pensar en ninguna otra cosa, pero no quería alterar el desorden que habíamos ocasionado en el tiempo, quizá si irrumpía todo hubiese regresado a la normalidad, además, esa risa, tan constante e hipnótica, había que dejarla salir en su totalidad.

Nos separamos, diciéndonos adiós, sin embargo, no he bajado del cielo, cada vez veo más lejano el suelo, pero ya no te veo a ti, te busco entre las nubes y grito tu nombre a las ondas del viento, y no hay respuesta alguna, me mantienes aéreo y la taquicardia que se ha apoderado de mi cuerpo no permite que baje, al contrario, ha despertado un hambre de ti, una necesidad de ti y un anhelo de ti.


No me has visitado en mis sueños, pero te apoderaste de mi mente durante el día, y te pregunto ¿cuándo volverás? Ó al menos, saber si tú comenzaste a levitar por mi, o fue por algún amor ajeno a este que clama por tu amor, te espero en nuestra nube sobre la que vuelo, dama del viento.


Azuré

jueves, 19 de septiembre de 2013

Bella

Era de esas que tienen una sonrisa misteriosa, no dice más de lo que quiere que se sepa, el resto se mantiene como una incógnita, lo cual me gustaba bastante. No sé si era la extraña simetría emocional que manifestaba su rostro cuando curveaba su boca o la manera en la que caía su cabello sobre sus hombros, reposando pero a la vez posicionándose de tal manera que fuera admirado por todos.

Bella, es lo que siempre fue, no se le llamaba de otra manera, ni si quiera por su verdadero nombre, el cual nunca supe y creo que nunca sabre, sin embargo llamándola bella ella sabía que te referías a ella, incluso en muchedumbre podías gritar el adjetivo y nadie voltearía en respuesta, solamente ella y al girar, manifestaría lo que gritaba tu boca. Belleza.

Quizá era tan latente porque ella no sabía lo que era, ni lo que tenía, al contrario conservaba un perfil bajo, le gustaba mantener su andar furtivo y oculto entre las sombras de las personas, es difícil andar por la vida irradiando tanta luz, pero era un crimen que intentara privarnos a todos de verla.

Yo la observaba cuidadosamente, a riesgo de confesar un posible acechamiento, más que eso, era una admiración, no es para menos, siempre fue deleitante verla, cada paso que daba y yo la veía alejarse, su cabello se balanceaba de un lado a otro, como haciendo una seña de “sígueme”, pero mis pies no me respondían, sin importar la fuerza que yo les aplicara, seguían instrucciones directas de mi cerebro quien planteaba la siguiente interrogación “¿la seguimos y después que le dirás?”, así terminaban mis intentos de hablarle, los míos y los de todo hombre o mujer que la viera andar.


A veces ella se sentaba y se colocaba sus gafas de sol para proteger sus ojos, sujetaba algún viejo libro de poesía y esperaba impaciente a que alguien se le acercara a hablarle, que ironía, que ser así de bella mantenía a todo aquel que le quisiera pretender intimidado, ella se creía fea y en las noches lloraba, pero del otro lado de la escena, siempre estaba yo mirándola, susurrándole al viento “bella”, a veces levantaba la mirada, como si el viento le hubiera entregado mi mensaje.

Azuré

Té verde para dos

Acordaron verse en el lugar de siempre, era un día lluvioso, igual que sus ojos desde su separación. Él la estaba esperando, como de costumbre, arribaba 10 minutos antes que ella para elegir la mesa, el lugar más retirado del resto de las personas, ya que era bastante factible que ella comenzara a llorar, no por reproches, no por nostalgias, sino por la emotividad que sentía fácilmente.

Eligió la mesa del rincón, allá en el fondo al lado derecho, donde la luz no funcionaba del todo bien y ante esa disfuncionalidad y los 50 centímetros de separación que brindaba la mesa, sería más fácil que se mantuviera entre tanta tensión una sobriedad que funcionara como catalizador.

Era un misterio para todos el porque decidían seguirse viendo, especialmente para ellos dos, quizá él aún quería verla porque estaba enamorado de sus ojos, verdes y profundos, como explorar un bosque virgen o una laguna llena de secretos y de emociones, su frase recurrente era “déjame vivir en tus ojos, aunque sea un ratito” dicen que cuando alguien quiere vivir en los ojos o en la persona, es para saber cómo te ven o qué piensan al respecto de ti, lo cual es absurdo pues la magia radica en el misterio y en la incógnita, él quería vivir en sus ojos simplemente para reposar, tener un refugio agradable para variar, un escape seguro del mundo, sea nadando en la laguna de sus ojos o retirando la virginidad del bosque que vive en ellos.

Ella lo quería seguir viendo porque en 10 años, era el único hombre que había podido amar, aunque ese amor los hubiera destruido, a ella dejándola en un mar de tristezas, atrapada en un oleaje de nostalgias y desamor, con el eterno miedo de sentir el rastro de sus labios en su piel, el sonido de su voz en el viento o el azote de los recuerdos cuando más se sintiera vulnerable. A él, simplemente resignándolo a una vida solitaria, con una inexplicable adicción al té verde.

Azuré

domingo, 8 de septiembre de 2013

Dientes de Azúcar

Emergiste una mañana, con un silencio sepulcral, te posaste en mis ojos
Con tu tacto me paralizaste y con tu mirada dijiste lo que mis sueños
Jamás supieron interpretar, tienes un lenguaje distinto, hablas con la voz
Del alma, es en canto, pero es dulce y confunde porque se presta a alucinar

Por ello en las noches en vez de viajar hago tiempo y espacio en mi mente
Recuerdo aquella escena que nos separó, mirando de este lado del puente colapsado, tu rostro maltratado. ¿De qué color son tus lágrimas?, ya no puedes regresar, cómo te desgarra el sufrimiento ahora que ves lo que dejaste acá. ¿Qué sientes cuando los árboles te cortan? ¿Cuándo tu sombra resplandece? Y ¿Cuándo tu llanto es mudo?

Siempre te quise enseñar a volar, es sencillo, pero te inventé un potencial del cual careces. No se enseña a volar, se nace volando, somos distintos.
Yo soy poeta y pensé que tú serías poema, pero no pude conjugar los versos de tus labios, ni la prosa de tus ojos, insistí con la rima de tu piel, de consolación me resigné, al descubrir la simetría de tus brazos y a mi me gustabas más en desorden.

Nosotros te vemos desde acá, mis soledades y yo, reímos del pasado cuando no jugamos a las cartas, hemos hecho una amistad inquebrantable, y como una parte distinta de mi sombra, me siguen a todas partes, es lindo. Pero con tu ausencia, la luna ya no se presta a dirigirme la palabra, pero poco tienes que ver en eso, está negada a hablarme… bueno, por ella.

No te lo había comentado, cuando te fuiste y explotaste el puente, llegó ella. Me ofreció repararlo, pero me negué. No podía ni escuchar lo que ella decía, era tanto lo que irradiaba su sonrisa, deslumbrante y tierna, que me perdía en el túnel simétrico pero desordenado, formado por las distintas coordenadas de su cuerpo.

Pero por encima de todo, sus labios, rojos y dulces. Realmente no podría saberlo, aunque su sonrisa cristalina y sus dientes de azúcar presumieran como ciertas mis sospechas. Desde entonces olvidé como hacer gestos distintos a sonreír, no me quedó más remedio, esa mujer me condenó a ser feliz para siempre. Qué ironía.

Ahora ocurro puntual a mi cita con mis ex soledades, a jugar los naipes, mientras reparto las cartas les cuento las nuevas desventuras de mi alma. Con el puente colapsado en el panorama y tus lágrimas, azules de tu ojo izquierdo y rosas de tu ojo derecho, resbalando entre los escombros, intentando cruzar a este lado para compartirme tus tristezas y el olor de tu llanto. El brillo del sol hace que vea el reflejo desde lejos, pero tu cara ahora es amorfa y como un arcoiris, pero no uno lindo, sino un arcoiris de tristezas y fracasos.


Regreso a casa, con la pintora de mis sonrisas, la observo concentrada, mientras con su cuerpo, su ropa y su rostro trabaja en su nueva obra. Aunque con vicisitudes en su teleología en temática felices, eran en contextos variantes. Me acerco a ella y beso los versos de sus labios, rozo las rimas de sus brazos y me pierdo en la prosa de sus ojos, retrocedo y la observo completa, un par de alas salían de su espalda. La inmortalicé, la hice poema.


Azuré.

lunes, 2 de septiembre de 2013

Me ahogo en mis párpados

No me gusta cerrar los ojos porque te veo
En la obscuridad de mis párpados me ahogo
Nadando en los recuerdos que versan en mis ojos
Por todas las imágenes tuyas que poseo.

Estoy condenado a no dormir
Desde que llegaste me olvidé de descansar
Más que la desgracia de verte pasar
Lo que me atormenta es oír
Tu voz, tus pasos, tu pestañar.

Mis sueños están malditos y proyectan
Todo lo que quiero olvidar de ti y conectan
Nuestro pasado, nuestros momentos, tus labios
Que dejaron todas sus huellas en mi brazos
Y en mi cuello.

Tu silencio tiene tanto poder en mi alma
Que cuando la noche azota no voy a mi cama
Prefiero vagar, bucólico en mis pensamientos
Queriendo olvidar todos nuestros momentos.

Cuando callas, el viento cesa, no hay adversidad
Pero el tormento del misterio ronda en mi almohada
Recordándome en todo momento que este amor
Se fue porque nunca supo cómo llegar.

De pronto apareces, risueña y maltratada
Pero te fuiste e hiciste de tu vida una mal pasada
Ríes por desesperación, angustia miseria y dolor
Así a ratos te olvidas de lo que perdiste
No estés triste, al final del viaje te quedas con ese sabor.

Buscas consuelo y pretendes llevarte un rato más mi aliento
Pero hiciste de este cuerpo una tierra despoblada
Desolada y derrumbada, lo único que queda sigue siendo
La misma mirada, tormentosa con ojos que
Mantienen en cautiverio nuestros momentos, los recuerdos
Y tu maldita mirada, mientras te veo, yo, me ahogo en mis párpados.



Azuré