domingo, 8 de septiembre de 2013

Dientes de Azúcar

Emergiste una mañana, con un silencio sepulcral, te posaste en mis ojos
Con tu tacto me paralizaste y con tu mirada dijiste lo que mis sueños
Jamás supieron interpretar, tienes un lenguaje distinto, hablas con la voz
Del alma, es en canto, pero es dulce y confunde porque se presta a alucinar

Por ello en las noches en vez de viajar hago tiempo y espacio en mi mente
Recuerdo aquella escena que nos separó, mirando de este lado del puente colapsado, tu rostro maltratado. ¿De qué color son tus lágrimas?, ya no puedes regresar, cómo te desgarra el sufrimiento ahora que ves lo que dejaste acá. ¿Qué sientes cuando los árboles te cortan? ¿Cuándo tu sombra resplandece? Y ¿Cuándo tu llanto es mudo?

Siempre te quise enseñar a volar, es sencillo, pero te inventé un potencial del cual careces. No se enseña a volar, se nace volando, somos distintos.
Yo soy poeta y pensé que tú serías poema, pero no pude conjugar los versos de tus labios, ni la prosa de tus ojos, insistí con la rima de tu piel, de consolación me resigné, al descubrir la simetría de tus brazos y a mi me gustabas más en desorden.

Nosotros te vemos desde acá, mis soledades y yo, reímos del pasado cuando no jugamos a las cartas, hemos hecho una amistad inquebrantable, y como una parte distinta de mi sombra, me siguen a todas partes, es lindo. Pero con tu ausencia, la luna ya no se presta a dirigirme la palabra, pero poco tienes que ver en eso, está negada a hablarme… bueno, por ella.

No te lo había comentado, cuando te fuiste y explotaste el puente, llegó ella. Me ofreció repararlo, pero me negué. No podía ni escuchar lo que ella decía, era tanto lo que irradiaba su sonrisa, deslumbrante y tierna, que me perdía en el túnel simétrico pero desordenado, formado por las distintas coordenadas de su cuerpo.

Pero por encima de todo, sus labios, rojos y dulces. Realmente no podría saberlo, aunque su sonrisa cristalina y sus dientes de azúcar presumieran como ciertas mis sospechas. Desde entonces olvidé como hacer gestos distintos a sonreír, no me quedó más remedio, esa mujer me condenó a ser feliz para siempre. Qué ironía.

Ahora ocurro puntual a mi cita con mis ex soledades, a jugar los naipes, mientras reparto las cartas les cuento las nuevas desventuras de mi alma. Con el puente colapsado en el panorama y tus lágrimas, azules de tu ojo izquierdo y rosas de tu ojo derecho, resbalando entre los escombros, intentando cruzar a este lado para compartirme tus tristezas y el olor de tu llanto. El brillo del sol hace que vea el reflejo desde lejos, pero tu cara ahora es amorfa y como un arcoiris, pero no uno lindo, sino un arcoiris de tristezas y fracasos.


Regreso a casa, con la pintora de mis sonrisas, la observo concentrada, mientras con su cuerpo, su ropa y su rostro trabaja en su nueva obra. Aunque con vicisitudes en su teleología en temática felices, eran en contextos variantes. Me acerco a ella y beso los versos de sus labios, rozo las rimas de sus brazos y me pierdo en la prosa de sus ojos, retrocedo y la observo completa, un par de alas salían de su espalda. La inmortalicé, la hice poema.


Azuré.

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