martes, 24 de septiembre de 2013

Mujer Aérea

Descubrí la insuficiencia de las palabras en tu ser, en una exploración del momento en la cual te vi y te escuché. Quizá el detonante o mejor dicho, lo que me hizo comprender que no encontraría manera verbal de expresarme, fue  el choque de nuestras miradas, tú con tus ojos profundos y fulminantes congelando la escena y todo lo que sucedía a nuestro alrededor, silenciando al mundo para que solo se escuchara tu voz, tu risa y la percusión estruendosa que salía de mi pecho. Yo con mi ingenuidad y escepticismo que fueron anulados, cuando me maravillé al ver cómo levitábamos, nos volvimos ligeros, como un par de plumas balanceándose en el viento, lejos de caer, entorpeciendo el tiempo para que avanzara lenta y detenidamente, riendo en cada brisa, mirándonos, más aún, enamorándome de ti.

Fue como si estuviéramos en una dimensión distinta. Compartíamos un mismo espacio con el resto de la gente, sin embargo estábamos en una cápsula que separaba nuestro tiempo y nuestro espacio, donde tú marcabas las pautas y el ritmo del movimiento, especialmente de mis labios que permanecían entreabiertos del asombro de todo lo que pasaba por mi cabeza en ese momento, y que se abrían un poco más, al ver como cada vez nos alejábamos más y más del suelo, elevándonos ilimitadamente.

Y esa taquicardia, permaneció en mi pecho incluso en la mañana siguiente, cuando desperté, sentía que el corazón se me salía del cuerpo, había escuchado del vuelo, lo había visto en películas o lo había leído en libros, sin embargo no lo creía algo real, estaba convencido de que este poeta estaba destinado a la miseria emocional, condenado a la inestabilidad, incapaz de volar, a pesar de que le daba alas al resto de las personas, regalándoles sonrisas o versos. Pero a mi nadie me las daba y no las necesité, bastó con el misterio de tu alma para que comenzáramos a levitar.

Incluso en los breves instantes en que reinó el silencio, me gritabas con tus ojos, los pude leer a la perfección, solo quería besarte, hacernos inmortales con la intensidad de nuestros labios, saciar la sed de mi alma, no podía pensar en ninguna otra cosa, pero no quería alterar el desorden que habíamos ocasionado en el tiempo, quizá si irrumpía todo hubiese regresado a la normalidad, además, esa risa, tan constante e hipnótica, había que dejarla salir en su totalidad.

Nos separamos, diciéndonos adiós, sin embargo, no he bajado del cielo, cada vez veo más lejano el suelo, pero ya no te veo a ti, te busco entre las nubes y grito tu nombre a las ondas del viento, y no hay respuesta alguna, me mantienes aéreo y la taquicardia que se ha apoderado de mi cuerpo no permite que baje, al contrario, ha despertado un hambre de ti, una necesidad de ti y un anhelo de ti.


No me has visitado en mis sueños, pero te apoderaste de mi mente durante el día, y te pregunto ¿cuándo volverás? Ó al menos, saber si tú comenzaste a levitar por mi, o fue por algún amor ajeno a este que clama por tu amor, te espero en nuestra nube sobre la que vuelo, dama del viento.


Azuré

2 comentarios:

  1. Describe un sentimiento que creo que muchos hemos sentido, algo tan fuerte que nos une tanto y tanto en un mundo metafísico con otra persona, pero que aparentemente, a la luz del día, no nos puede alejar más de ella. Sólo añoramos.

    Lo leí en voz alta, y me recordó a Benedetti leyendo sus poemas.

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  2. es la voz de un feliz enamorado sin duda... un shock de vida para el poeta que antes andaba triste entre sus textos

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