jueves, 19 de septiembre de 2013

Bella

Era de esas que tienen una sonrisa misteriosa, no dice más de lo que quiere que se sepa, el resto se mantiene como una incógnita, lo cual me gustaba bastante. No sé si era la extraña simetría emocional que manifestaba su rostro cuando curveaba su boca o la manera en la que caía su cabello sobre sus hombros, reposando pero a la vez posicionándose de tal manera que fuera admirado por todos.

Bella, es lo que siempre fue, no se le llamaba de otra manera, ni si quiera por su verdadero nombre, el cual nunca supe y creo que nunca sabre, sin embargo llamándola bella ella sabía que te referías a ella, incluso en muchedumbre podías gritar el adjetivo y nadie voltearía en respuesta, solamente ella y al girar, manifestaría lo que gritaba tu boca. Belleza.

Quizá era tan latente porque ella no sabía lo que era, ni lo que tenía, al contrario conservaba un perfil bajo, le gustaba mantener su andar furtivo y oculto entre las sombras de las personas, es difícil andar por la vida irradiando tanta luz, pero era un crimen que intentara privarnos a todos de verla.

Yo la observaba cuidadosamente, a riesgo de confesar un posible acechamiento, más que eso, era una admiración, no es para menos, siempre fue deleitante verla, cada paso que daba y yo la veía alejarse, su cabello se balanceaba de un lado a otro, como haciendo una seña de “sígueme”, pero mis pies no me respondían, sin importar la fuerza que yo les aplicara, seguían instrucciones directas de mi cerebro quien planteaba la siguiente interrogación “¿la seguimos y después que le dirás?”, así terminaban mis intentos de hablarle, los míos y los de todo hombre o mujer que la viera andar.


A veces ella se sentaba y se colocaba sus gafas de sol para proteger sus ojos, sujetaba algún viejo libro de poesía y esperaba impaciente a que alguien se le acercara a hablarle, que ironía, que ser así de bella mantenía a todo aquel que le quisiera pretender intimidado, ella se creía fea y en las noches lloraba, pero del otro lado de la escena, siempre estaba yo mirándola, susurrándole al viento “bella”, a veces levantaba la mirada, como si el viento le hubiera entregado mi mensaje.

Azuré

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