martes, 4 de marzo de 2014

De la tristeza como tesoro

¿Cuál es la tragedia máxima del ser humano? Sé que soy un hombre feliz con vocación de triste y quizá esa la situación más cómica y trágica de la vida, o al menos de mi condición. Uno se olvida de ser triste cuando está feliz, y jactándose de tanta felicidad, elevándote… A veces te olvidas de recordar los eventos que hay que lamentar, aunque sean ajenos. No es bueno alejarse tanto de la tristeza, hay que tenerla presente a ratos, así la felicidad se ve garantizada, pues sabes que la tienes y ves el panorama contiguo, comprendes tu realidad y sigues dando mantenimiento a tu maquinaria volitiva para seguir creciendo en felicidad.

Uno toma su alma, la pule, la crece, la alimenta, le canta, espera verla andar y retomar caminos que constantemente se abandonan, solo para resurgir, cuando la luz no fue suficiente para anular la obscuridad. Tomas tu jardín y ves que está lleno de flores, no sabes cómo sentirte, pues siempre fuiste un machetero, cortando, arrancando la mala yerba, tratando de abrir paso para las flores que alguna vez anhelaste y que jamás creíste factible tener, y ahora colman tu jardín.

Qué les puedo decir, yo abandoné mi jardín hace tiempo, me harté de arar la tierra y de regarla, de emular felicidad para irradiarles luz cuando no saliera el sol, me cansé de cantarles a las 8:55 de la noche, mientras la luna posaba con sus faldas transparentes compuestas de agua. Las dejé, porque no dieron lo que quise, me cambié de planeta, para que seguir viviendo con la pena y la desdicha de verlas y convivir con ellas, mejor me fui, ahora vivo en saturno, hice de sus anillos hamacas y la paso bastante bien, viendo como pasan a mi alrededor cuerpos celestes.

Irónico y redundante el nombre, pues más que celestes son verdes y en realidad solo veo dos, sus ojos, los de ella, quizá confundo los de sus dedos con los anillos de saturno y sus pendientes con alguna actividad alienígena.

A veces realizo viajes furtivos, a revisar el viejo país, la vieja tierra donde alguna vez residí, que razón tuve, al largarme de ahí. Es una de esas orientaciones, de esos acercamientos a la tristeza, que, aunque sea ajena, es bueno apreciarla y recordar lo que se tiene y lo que se puede lograr, es triste ¿no? Vanagloriarse por actos de orgullo y de razón y sentirse bien consigo mismo. O lo es la misma necesidad de acercarse a la tristeza.


Yo pienso que no. Pienso que en la felicidad hay mucha tristeza y alimenta la felicidad y en la tristeza hay tanta felicidad, disfrazada como deseo, sueños o ambición, es parte de encontrar el balance. Una no puede estar sin la otra, no sabe como y viceversa, se ceden el lugar y se lo comparten, pr viejos romances o nostalgia, qué sé yo. El balance es el verdadero de la vida, el desequilibrio causado por nosotros mismo y la reincidencia con plena conciencia con la que se hace, es, la verdadera tragedia de la vida humana. Como siempre, la comicidad se manifiesta en lágrimas y ganas de volar.


Azuré