Realmente lo único que puede
penetrar una coraza de emociones, son las ilusiones
Nunca se le vio hundir, solamente
él se vio ser consumido por la inmensidad del mar, pensó que algo había
golpeado su fuerte coraza casi indestructible y por ello creyó comenzar a caer.
Se creyó caído por años,
disfrutando la decadencia, permitiendo que su imaginación atrofie sus sentidos,
pero todo terminaba con pequeños intervalos de lucidez en los que se daba
cuenta que una vez más estaba atrapado en su mundo imaginario, a veces sin
saber como escapar.
Impulsado por la repulsión que
sentía de tener que recorrer ese mar, amaba el océano pero las condiciones tan
deplorables en que se encontraba, le entristecía, igual que el comportamiento
de sus habitantes.
Cuando se hacía flotando, como si
nada, siguiendo la ruta trazada entre las estrellas y el mar, con su brújula
intacta y todo a babor, sus intensas ilusiones y un poco de imaginación le
hicieron creer que ya hacía en la arena, atorado en un arrecife de coral.
Quizá porque ahí quería estar, quizá porque encontró
comodidad, nadie entendería porque ese buque como velero se querría comportar,
sometiéndose a la encallada y a la
sedentareidad.
Con un corazón nómada, un ímpetu implacable y un alma
insaciable, estaba destinado a recorrer la inmensidad en busca de su sirena de
cabello dorado, la cual creyó encontrar cuando encalló, seguramente en
desesperación su mente, su imaginación alborotada, su corazón apasionado y sus
ganas de poder amar, a esa mitomanía del pensamiento lo llevaron.
Pero como siempre, sus amados
intervalos de lucidez al describirle a su sirena le hacían comprender que
solamente estaba siendo hipnotizado por la luna llena y que su reflejo sigue
siendo el mismo en el mar, al sentir la brisa en la proa comprendió que no
estaba encallado en un arrecife de coral o en el fondo del viejo titán, como
pudo, ordenó a la tripulación echar todo el carbón a las calderas para
desprenderse con todas sus fuerzas de aquella ilusión, de aquel espejismo que
su mente creo. Logró escapar, pero al agotar todas las fuerzas y el material,
por un tiempo indeterminado condenado está a vagar por debajo de la inmensidad
espacial, entre los dos mundos, en el mar.
- Del Cazador de Sirenas.
Entre los dos mundos, en el mar. Así estamos todos, mi querido cazador. Hay unos que les gusta estar en puerto seguro. Hay otros que les gusta la aventura y buscar nuevos mares. Hay fanáticos de las tormentas... En fin, muy buen texto, mi estimado titán.
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