Maldigo una, cien y mil veces al
ocio, ese estado inerte que me mantiene tan jodido
No recuerdo tu nombre, el
diámetro de tu cadera, ni la excitante sensación de rosar tu rostro.
Ya hasta se me olvidó la manera
en la que me hablabas al oído envueltos en la intimidad, creo que estoy un
punto en el cual, si te veo pasar frente a mi en la calle, no te reconozco.
Veo objetos irreconocibles en mi
armario, quizá recuerdos, quizá obsequios tuyos, no lo sé, ni lo sabre porque
no lo recuerdo, así como no te recuerdo a ti. Son muchos, incluso una que otra
prenda femenina, que asumiré que es tuya, las personas que entran a mi cuarto y
observan mi armario se sorprenden al ver la gran colección de recuerdos
abstractos que poseo, sin embargo hay una laguna en mi mente con respecto a
esos años.
No sé, hoy tengo 28 y el año
pasado tenía 25, no entiendo cómo sucedió ni cuándo, sé que he estado despierto
todo este tiempo o quizá estaba dormido y como anestesiado por la miseria, en
mi mente hay un rompecabezas que le faltan cuatro piezas pero está completo.
A veces escucho una voz, surge
del eco que produce el sonido de las ventilas que conectan a mi cuarto y en él
van unos gemidos, en las noches secas y calurosas, el sonido hace a un lado su
intangibilidad y se proyecta con la luz de mi lámpara, tomando formas bastante
perniciosas, que pretenden tomar la forma de las cuatro piezas que faltan. Por
eso me gusta más el frío y la lluvia, con el frío los sonidos de las ventilas
no tienen como salir y cuando llueve, se forma una barrera de sonidos
inquebrantable y bastante relajante.
En esos intentos maquiavélicos de
las piezas de tomar coherencia, siento verdadero miedo, de descubrir el secreto
de mi pasado, cómo fue y lo que es pero, cómo llegué aquí, tan solo y con
tantos remordimientos.
No es una soledad tortuosa, es
agradable, jugamos naipes los miércoles en la noche, los jueves rentamos una
película y si elijo una película que no es de su agrado, me permite liberar mis
ansias sintiendo su piel (no recuerdo cuando fue la última vez que elegí una
buena película) es casi garantía que los jueves duermo más a gusto, los viernes
salimos a cenar, mesa para uno cada siete días, ella no necesita sentarse, los
sábados visitamos a mi familia, pero no les agrada que los visitemos, ella
siempre viene muy desarreglada, los domingos paseamos por el parque y vemos a
los niños jugar, ilusionados con algún día poder tener los nuestros, sin
embargo los lunes y los martes, ella se va, no la vuelvo a ver hasta el
miércoles, al menos así ha sido desde el comienzo de este año, cuando un día se
reveló con la luz del sol a mis ojos, caminando detrás o a un lado de mi,
brindándome una agradable compañía a donde quiera que vaya, siempre y cuando haya
una luz que la proyecte.
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