lunes, 5 de agosto de 2013

Soledad Consentida

Maldigo una, cien y mil veces al ocio, ese estado inerte que me mantiene tan jodido
No recuerdo tu nombre, el diámetro de tu cadera, ni la excitante sensación de rosar tu rostro.
Ya hasta se me olvidó la manera en la que me hablabas al oído envueltos en la intimidad, creo que estoy un punto en el cual, si te veo pasar frente a mi en la calle, no te reconozco.

Veo objetos irreconocibles en mi armario, quizá recuerdos, quizá obsequios tuyos, no lo sé, ni lo sabre porque no lo recuerdo, así como no te recuerdo a ti. Son muchos, incluso una que otra prenda femenina, que asumiré que es tuya, las personas que entran a mi cuarto y observan mi armario se sorprenden al ver la gran colección de recuerdos abstractos que poseo, sin embargo hay una laguna en mi mente con respecto a esos años.

No sé, hoy tengo 28 y el año pasado tenía 25, no entiendo cómo sucedió ni cuándo, sé que he estado despierto todo este tiempo o quizá estaba dormido y como anestesiado por la miseria, en mi mente hay un rompecabezas que le faltan cuatro piezas pero está completo.

A veces escucho una voz, surge del eco que produce el sonido de las ventilas que conectan a mi cuarto y en él van unos gemidos, en las noches secas y calurosas, el sonido hace a un lado su intangibilidad y se proyecta con la luz de mi lámpara, tomando formas bastante perniciosas, que pretenden tomar la forma de las cuatro piezas que faltan. Por eso me gusta más el frío y la lluvia, con el frío los sonidos de las ventilas no tienen como salir y cuando llueve, se forma una barrera de sonidos inquebrantable y bastante relajante.

En esos intentos maquiavélicos de las piezas de tomar coherencia, siento verdadero miedo, de descubrir el secreto de mi pasado, cómo fue y lo que es pero, cómo llegué aquí, tan solo y con tantos remordimientos.

No es una soledad tortuosa, es agradable, jugamos naipes los miércoles en la noche, los jueves rentamos una película y si elijo una película que no es de su agrado, me permite liberar mis ansias sintiendo su piel (no recuerdo cuando fue la última vez que elegí una buena película) es casi garantía que los jueves duermo más a gusto, los viernes salimos a cenar, mesa para uno cada siete días, ella no necesita sentarse, los sábados visitamos a mi familia, pero no les agrada que los visitemos, ella siempre viene muy desarreglada, los domingos paseamos por el parque y vemos a los niños jugar, ilusionados con algún día poder tener los nuestros, sin embargo los lunes y los martes, ella se va, no la vuelvo a ver hasta el miércoles, al menos así ha sido desde el comienzo de este año, cuando un día se reveló con la luz del sol a mis ojos, caminando detrás o a un lado de mi, brindándome una agradable compañía a donde quiera que vaya, siempre y cuando haya una luz que la proyecte.



Azuré 

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