domingo, 11 de agosto de 2013

Ilusión en el Tranvía

 Miro por la ventana mientras avanzo, pareciera que los pinos a los costados de la ferrovía sonríen al progreso. Enfrente de mi está ella, la mujer con la que he vivido por cuatro largos años y ni se imagina lo que siento por ella.

Compartimos este pequeño compartimiento, como una pequeña habitación, tiene dos sillones pegados a la pared y se puede instalar una mesa plegable entre los dos para tomar el té.

Como no es un espacio tan amplio, de vez en cuando abro un poco la ventanilla, para que refresque y la temperatura en el cuarto disminuya, no sé, soy adicto a que expire vaho cuando habla, la hace ver más linda, me provoca darle calor.

El juego de su aliento es muy particular en el frío, toma formas y habla cosas que ella no dice, hace unas horas cuando recién abrí la ventanilla, me estaba comentando de su recién compromiso con Alfonso, sin embargo todo lo que decía tomó forma de ardilla y mientras ella seguía hablando, la pequeña ardillita se impulsaba más y más, trepó por la pared y se colocó en la red donde colocamos el equipaje, desde allí me miraba.

Se detenía cuando era bastante evidente que estaba distraído o cuando parecía que veía algo real, se detenía, dejaba de hablar y me cuestionaba entre risas, volteando su mirada hacía la dirección que mis ojos apuntaban, riendo un poco más al percatarse que no hay nada.

Hace apenas seis años que la conozco, sin embargo, sé que desde antes de nacer yo estaba loco por ella, seguramente nos hemos encontrado en vidas pasadas, desde que ingresé a la universidad, sin saber cómo, sabía que a ella la buscaba, algo así como una asignatura pendiente.

Éramos vecinos, ella vivía en el cuarto de enfrente el 201, a su izquierda vivía Carlota en el 203, yo era el 202 y Roberto el 204, fueron muchos fines de semana en los que salíamos los cuatro juntos, los días más felices de mi vida, hasta que el idiota de Roberto trajo a su amigo Alfonso, y el bastardo llegó con el ímpetu y el valor que a mi me falta, eso fue hace cuatro años, no sé quedé en verdad desolado.

El casero enloqueció y pidió a muchos que desalojaran sus departamentos, iba a unir los cuartos de los números nones pues de ese lado del edificio rentaría oficinas, algo completamente estúpido e incoherente, pero bueno, el dinero habla, ya lo ven.

Entonces derrumbamos la pared que dividía el cuarto de Roberto y el mío y Carlota y ella se mudaron con nosotros. Nos fue más sencillo así, somos jóvenes, no tenemos muchos ingresos para darnos el lujo de tener cada quien nuestro departamento, además, verla salir en las mañanas recién levantada de su alcoba, es la única prueba fehaciente que tengo de que Dios nos quiere ver felices, fuera de eso, solo puedo pensar que es el maestro de la sátira.

Hace un año le propusieron matrimonio y el próximo mes se casa, de hecho me pidió que la acompañe a ver las cabañas donde será y le ayude con la logística y la organización del evento. Ella ignora que aquí en este mismo compartimiento del tranvía le propondré matrimonio, traigo el anillo de mi madre (que en paz descanse) en el bolsillo de mi abrigo.

Interrumpe bruscamente su habla y mueren todas las figuras y las formas que había tomado su aliento. Se cambia a su lado, pasa  su brazo por detrás de su cuello y se acerca a su oído y le dice “¿te quieres casar conmigo?”, ella sonríe y asiente con la cabeza, lo besa lentamente y disfrutan el resto del viaje.

Abre los ojos y dice “perfecto, eso haré”, toma aliento, inhala  profundamente, infla su pecho, interrumpe bruscamente las emisiones de su boca y en eso, se desliza la puerta del cuarto en el que estaban y entra él, Alfonso, hijo de puta, ¿qué hace aquí?, pero si llevamos horas en este viaje, ¿dónde estaba?

-Perdona la tardanza amor, encontré a unos clientes en el bar al abordar el tren y me vi obligado a acompañarlos unos tragos pero se convirtió en unas horas.
-Bah, descuida, Carlos ha hecho buena compañía, pobre no lo he dejado ni si quiera  hablar, ¿ibas a decir algo?

-No, nada, ja, solo que me alegra mucho que pronto se vayan a casar.


Azuré

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