Usualmente me parece molesto
esperar, me incomoda y me impacienta el tener que estar sujeto a plazos o términos,
en la incertidumbre, en la expectativa, lo peor es cuando me ciclo en un
pensamiento, es como un remolino o una espiral, te lleva cada giro pareciera
que te acerca más al centro pero te ahogas entre líneas esperando llegar a la
respuesta, te ahogas en el recuerdo con el que están forjadas las paredes del
laberinto en forma de espiral.
Esperar a que llegue tu vuelo o
esperar a la persona que llega de un viaje de sueño, o quizá de lo que pensó
que sería su sueño, independientemente de ello, la espera impacienta.
Me gustaría poder hablar con los
aeropuertos, así como los cementerios inspiran energías fuertes a la mayoría de
las personas, a mi los aeropuertos me cuentan historias, me hablan, sin embargo
solo cuentan lo que quieren decir, nunca me dan las historias completas y
cuando les quiero hacer preguntas o les quiero pedir que sigan, tienen que
reportar con sus emisiones para que lo demás vuelos despeguen o lleguen, me
hace pensar que pudiera ser yo el causante de los retrasos de los vuelos, ya
saben debe de ser horrible ver tantas historias y no tener a quién contárselas,
al darse cuenta que los escuchaba eso los incitó a hablarme más de lo que
sucede en sus terminales y recepciones.
El aeropuerto es el único lugar
donde me gusta esperar, no sé, siento que tantas historias y emociones viven
atrapadas esperando ser contadas por los aeropuertos, acumulándose en la espera
de que llegue alguien más que les quiera escuchar lo que tienen que decir.
Los besos no dados, los abrazos
prolongados, las lágrimas rodadas, las despedidas incómodas, los tormentos
ajenos, en fin, todo causado por cruzar una simple terminal, debe de haber días
en los que es horrible ser un aeropuerto y otros en los cuales la dicha de
reunir a quienes se aman extasía al máximo a dichos inmuebles.
En fin, la próxima vez que vaya a
un aeropuerto estaré listo con mi libreta para apuntar las historias que me
tienen que decir, esta última ocasión me quedé por terminar un reencuentro de
un matrimonio separados por el cáncer, al fin se vieron después de cuatro años,
solo pudo mandarla a ella y no acompañarla por tener que mandar dinero diario
para las terapias, que la falta de un solo pago la expulsaban del hospital, dicen que
trabajó de lunes a domingo de cinco de la mañana a once de la noche sin
descanso, bien me gratifica decirles que ella ya está curada, pero no me contó de
cómo fueron sus caras cuando se volvieron a ver.
Azuré
Muuuy bueno, tantas emociones que se quedan en las salas de espera acompañando y afectando a los viajeros
ResponderEliminar