viernes, 12 de octubre de 2012

Tango con la Soledad


En el momento en que te das cuenta que la vida no es más que un compendio de ilusiones y decepciones, será muy tarde para ti.
El encanto no existe realmente, la ambición es pasajera y si no alimentas constantemente tu dolor, la pasión se enfría y nada persevera.
Irónicamente el amor es más un impedimento que el dolor, cuando duele buscas constantemente la manera de salir a lustre, cambiando cotidianidades hasta que forjas hábitos, te encierras en un círculo virtuoso y desvanece la inestabilidad emocional, a partir de ahí, todo aburre.

Dónde quedó la locura, dónde quedó la amargura, ¿qué pasa? Esa facilidad para soñar despierto, en aras de evitar tener que convivir con los demás “seres humanos” en ésta mísera realidad tan decadente y carente de trascendencia y razón.

Bendita sea la ignorancia, nunca he compartido la idea de que los imbéciles tienen mayor facilidad para ser felices, siempre presumí que la búsqueda insaciable de conocimiento y enriquecer el alma para alcanzar el perfeccionamiento utópico era la única manera de descubrir el camino de la verdad, el que nos guía a la tan anhelada tierra de Oz, donde cada uno de nosotros podemos encontrar a nuestro Mago personal.

Qué fácil es ser feliz cuando ignoras lo que sucede, cuando solo piensas en ti, todos los días en mi andar taciturno por esta burbuja de tiempo me doy cuenta de que las posibilidades de alcanzar la felicidad para un tipo inconforme con su entorno son realmente bajas, nunca he sido un hombre de números y no quiero empezar, pero que más queda cuando tienes intervalos de lucidez y van atrofiando tu capacidad de escapar de ésta mísera realidad.

Sin poder huir a los anillos de Saturno o a buscar el núcleo de las mujeres en Venus y así maravillarse con la genialidad de su anatomía, lejos de las atrocidades a las que las someten en el planeta que yo habito, más allá de ser sometidas, el consentir que las posean o las comparen con un vil trozo de carne, siendo ellas las criaturas magníficas por excelencia.

Y ahora: 1, 2, 3, 4, vuelta, inclínala, que su cabello roce el suelo, 2, 3, 4, 5, giro, y avanza, al este, al sur al oeste, sin perder el ritmo, 4, 5, 6, 7, toma su pierna y levántala, acaricia su hombro y bésala.

Ya déjame en paz, solo quiero vivir tranquilo, no tienes que venir a restregarme noche tras noche que la vida apremia y que no me puedo retrasar, (7, 8, 9, 10 y giro) basta, ya entendí, no puedo descansar un solo día, (toma una rosa y la coloca en sus labios grisáceos, te guiña el ojo y captura con ese guiño una fotografía del momento) así nunca olvidarás que mientras no encuentre sentido tu vida, estarás danzando al ritmo de la soledad.


Azuré

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