En el momento en que te das
cuenta que la vida no es más que un compendio de ilusiones y decepciones, será
muy tarde para ti.
El encanto no existe realmente,
la ambición es pasajera y si no alimentas constantemente tu dolor, la pasión se
enfría y nada persevera.
Irónicamente el amor es más un
impedimento que el dolor, cuando duele buscas constantemente la manera de salir
a lustre, cambiando cotidianidades hasta que forjas hábitos, te encierras en un
círculo virtuoso y desvanece la inestabilidad emocional, a partir de ahí, todo
aburre.
Dónde quedó la locura, dónde
quedó la amargura, ¿qué pasa? Esa facilidad para soñar despierto, en aras de
evitar tener que convivir con los demás “seres humanos” en ésta mísera realidad
tan decadente y carente de trascendencia y razón.
Bendita sea la ignorancia, nunca
he compartido la idea de que los imbéciles tienen mayor facilidad para ser
felices, siempre presumí que la búsqueda insaciable de conocimiento y
enriquecer el alma para alcanzar el perfeccionamiento utópico era la única
manera de descubrir el camino de la verdad, el que nos guía a la tan anhelada
tierra de Oz, donde cada uno de nosotros podemos encontrar a nuestro Mago
personal.
Qué fácil es ser feliz cuando
ignoras lo que sucede, cuando solo piensas en ti, todos los días en mi andar
taciturno por esta burbuja de tiempo me doy cuenta de que las posibilidades de
alcanzar la felicidad para un tipo inconforme con su entorno son realmente
bajas, nunca he sido un hombre de números y no quiero empezar, pero que más
queda cuando tienes intervalos de lucidez y van atrofiando tu capacidad de
escapar de ésta mísera realidad.
Sin poder huir a los anillos de
Saturno o a buscar el núcleo de las mujeres en Venus y así maravillarse con la
genialidad de su anatomía, lejos de las atrocidades a las que las someten en el planeta que yo habito, más allá de ser sometidas, el consentir que las posean o las comparen con un vil trozo de carne, siendo ellas las criaturas magníficas por excelencia.
Y ahora: 1, 2, 3, 4, vuelta, inclínala, que su cabello roce
el suelo, 2, 3, 4, 5, giro, y avanza, al este, al sur al oeste, sin perder el ritmo,
4, 5, 6, 7, toma su pierna y levántala, acaricia su hombro y bésala.
Ya déjame en paz, solo quiero vivir tranquilo, no tienes que
venir a restregarme noche tras noche que la vida apremia y que no me puedo
retrasar, (7, 8, 9, 10 y giro) basta, ya entendí, no puedo descansar un solo día,
(toma una rosa y la coloca en sus labios grisáceos, te guiña el ojo y captura
con ese guiño una fotografía del momento) así nunca olvidarás que mientras no
encuentre sentido tu vida, estarás danzando al ritmo de la soledad.
Azuré
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